miércoles, 28 de septiembre de 2011

Película cebollita III: Dos tipos que saben lo que es perder

La magia del cine nos transporta a la década del ’40. Más precisamente a 1941, año bisagra en la historia cinematográfica. Una película maravillosa se estrenaba. Un film único, que quedaría grabado en la memoria de muchos. Que lanzaría al estrellato a su director y que innovaría en la música, la fotografía y la estructura narrativa. La prensa la elogió y los críticos especializados en conceder los premios Óscar le brindaron nueve nominaciones, una cantidad muy bien merecida. Pero El ciudadano Kane sólo se llevó a casa una estatuilla: mejor guión original, y debió resignarse a perder en sus restantes ocho nominaciones.

Orson Welles fue el encargado de escribirla, dirigirla, producirla y protagonizarla. Esta película fue el punto de partida para él. El inicio de una carrera que incluiría films como Macbeth, Otello o El proceso. Pero iba a ser El ciudadano Kane su película fetiche. La trama consistía en examinar la vida de Charles Foster Kane (interpretado por Welles),
basado en la vida del magnate de la prensa William Randolph Hearst. El protagonista, durante sus últimos años de vida, residió solo en una finca en Florida. En el momento de su muerte pronunció una misteriosa palabra: “Rosebud”. Allí comienza el nudo de la película. El periodista Jerry Thompson investigará la vida de Kane con el objetivo de descubrir qué era Rosebud.

La película técnicamente no inventó nada, pero se le reconoce la innovación en iluminación y movimientos de cámara. A esto se le agrega el hecho de que el director se transforma en un narrador que no aparece, y que va contando la película mientras ésta transcurre. Por lo tanto, no sólo la trama era interesante, sino que se le sumaban factores extras que la posicionaba entre las candidatas a triunfar en los Óscar. Algunos críticos de cine, incluso la catalogan como la mejor película de la historia. Roger Ebert, crítico estadounidense, comentó: “Está decidido: Citizen Kane es, oficialmente, la mejor película de la historia.”

Con todos estos condimentos en su haber, la película logró nueve nominaciones a los Óscar, que sorprenderían al mundo. ¡Qué verde era mi valle! fue la gran ganadora de la noche. No sólo se llevó el premio a mejor película, además logró cinco de las nueve nominaciones con las que contaba. Orson Welles debió agachar la cabeza y sentir la amarga sensación de la derrota. Se le esfumaba de las manos no sólo el Óscar más importante, sino también el de director, actor principal, dirección artística, fotografía, banda sonora, sonido y montaje.

La última escena de la película devela el misterio. Rosebud era un trineo que Kane había poseído cuando era niño, época en dónde había sido feliz. Durante su vida, el dinero lo había acompañado, pero la felicidad le era esquiva. Había perdido todo (amigos, esposas), y por eso murió en soledad. El 26 de febrero de 1942, Orson Welles sintió, más que nunca, qué sensaciones tenía Kane. El perder todo aparecía nuevamente en escena, pero esta vez en forma de estatuilla.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Película cebollita II: Mucha plata, pocos premios

En la entrega de los premio Óscar del 2009, se produjo una de las mayores sorpresas en esta longeva ceremonia. La candidata a arrasar en la noche del 7 de marzo del 2010 era Avatar. Y tenía argumentos de sobra como para hacerlo. Un director de primer nivel (James Cameron), un guión emotivo y comprador (similar a Danza con lobos, película que ya había obtenido el Óscar en 1990), efectos especiales innovadores en las pantallas de cine de todo el mundo (se proyectó en 3671 salas en 3D, de un total de 14604) y críticas positivas de muchísimos periodistas de espectáculos.
                               
A todos estos datos, se le suma algo más: el factor dinero. Avatar rompió todos los moldes que se tenía pensado para una película. Su presupuesto oficial fue de 237 millones de dólares. A eso se le suman otros 150 millones dedicados al marketing. Pero este dinero invertido, rindió sus frutos. En su primer fin de semana de estreno, alcanzó los 241 millones de dólares. En sólo 17 días, se convirtió en la película que más rápido había superado la barrera de los 1000 millones. Con el correr de los días, logró lo impensado: se transformó en la película más taquillera de la historia del cine al ser la única en superar los 2000 millones de dólares.

Eran argumentos importantísimos que le valieron nueve nominaciones. Pero sólo pudo alzarse con tres estatuillas (mejor fotografía, mejor dirección de arte y mejores efectos visuales). La pregunta es: ¿Por qué no ganó el Óscar a la mejor película? La respuesta es sencilla: porque enfrente estaba Kathryn Bigelow ¿Quién es esa mujer? Es una directora de cine, ex esposa justamente de James Cameron, quien dirigió el film Vivir al límite, una película bélica que transcurre en Irak. Esta fue la elegida por el jurado para llevarse el premio a la mejor película.

En definitiva, Cameron se quedó con las manos vacías. Debió ver subir a su ex esposa dos veces al escenario para recibir los premios más importantes (mejor director y mejor película). Esa noche, los responsables de elegir a los ganadores dejaron algo en claro: no importa la fama, ni el dinero, ni la reputación que un candidato tenga, ellos no sentirán presión a la hora de elegir a un ganador.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Película cebollita I: Las balas no le dieron la victoria

El trabajo para los encargados de decidir quién gana el premio Óscar a la mejor película, no es fácil. Al contrario, es muy complejo. Elegir un vencedor entre los mejores films del año siempre genera suspicacias: que el triunfador no se lo merecía, que se olvidaron de tal película, que el guión de la otra era mejor narrado… En definitiva, frases que revolotean por Hollywood y por el mundo durante días.

Los próximos días miércoles, voy a dedicarme a esas películas cebollitas. Es decir, a esas que eran grandes candidatas a obtener la estatuilla más deseada, o que se lo merecían por diferentes motivos, pero que la Academia de Hollywood le dio la espalda, y prefirió premiar a otra. A esos grandes títulos que tuvieron que conformarse con una simple nominación, y ver el premio pasar de largo.

En 1998 la película Shakespeare enamorado logró obtener el Óscar más preciado. Pero la candidata era otra. Salvando al soldado Ryan tenía todos los condimentos para coronarse vencedora: un gran director (Steven Spielberg), un excelente reparto (Tom Hanks, Matt Damon, Jeremy Davies, Vin Diesel), brillantes efectos de sonido y un guión, en principio sencillo, pero muy efectivo y emotivo.

La trama consistía en un grupo de soldados, comandados por John Miller (Tom Hanks), quienes tenían la arriesgada misión de rescatar a James Ryan (Matt Damon), un soldado americano, que se extravió durante la invasión a Normandia, en plena Segunda Guerra Mundial, y al que se le murieron sus tres hermanos en combate. La primera media hora es impactante. Muestra con total realismo y crudeza una batalla por dentro. Las balas penetrando los cuerpos de los soldados, el sonido de los disparos, las explosiones y el terror de los protagonistas al intentar sobrevivir, demostraban que no era una película bélica del montón. El espectador notaba desde un principio que iba a vivir un espectáculo que quedaría guardado en su memoria.

Con esos primeros minutos, ya se ganaba el derecho a ser nominada. Pero mientras la película avanzaba, más se convertía en candidata a lograr el Óscar: las escenas mostraban actuaciones memorables de los soldados, quienes buscaban sobrevivir. Nunca una película de acción había mostrado tan de cerca las sensaciones del ejército. Nunca antes se había hecho tanto hincapié en mostrar qué tan aterradora podía ser una guerra.

Con este argumento como bandera, muchos críticos y el público en general, la consideraron como la película candidata al Óscar. La taquilla también acompañó: recaudó 481 millones de dólares en todo el mundo. Pero Hollywood miro hacia otro lado. Y el premio se lo llevó Shakespeare enamorado. El soldado Ryan, después de todo lo que sufrió, hubiese preferido otra cosa…

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Esas señoras refinadas

Era sábado a la noche y me disponía a entrar a trabajar. Mi oficio como cajero de la boletería del cine IMAX me obliga a hacerlo algunos fines de semana. Este es un cine pantalla gigante, y el primero en traer la tecnología 3D a la Argentina. Pero lo que mucha gente no sabe, o no entiende, es que desde hace un tiempo la gran mayoría de los cines del país tienen instalada esta tecnología. Así, no es necesario ir al IMAX para ver algo en 3D.

El 3 de septiembre a las 22:30 la empresa Showcase (a la cual IMAX pertenece) decidió proyectar la obra de ballet Giselle, totalmente en 3D. Y esto me trajo grandes problemas de cabeza. Dentro del shopping en el cual está IMAX, hay más salas tradicionales. Y eran esas salas las que proyectaban la película. Mi cine no tenía ningún tipo de relación con el film. Pero, como escribí antes, se ve que la gente no lo entiende, y muchos vinieron a pedirme entradas a mí para esa obra.

Pero lejos de fastidiarme, comencé a observar al tipo de gente que me pedía entradas. ¿Es cierto que al ballet lo sigue sólo un tipo de clase social? La respuesta es contundente: Sí. Hombres de traje y zapatos, mujeres con ropa de primera marca, muy bien pintadas y peinadas. Con atuendos típicos para una noche de gala. En definitiva, impecablemente vestidos. El lenguaje que utilizaban era también particular: se notaba que pertenecían a la clase alta de nuestra sociedad, y aprovechaban la oportunidad de ver ballet en el cine, algo muy novedoso.

Me volví a preguntar: ¿Por qué al ballet lo sigue la clase alta? Sin temores, le consulté a una señora: “- ¿Por qué le gusta el ballet?”.
“- Por que me hicieron verlo desde pequeña. Era una tradición en mi familia seguir ballet. Entonces te vas acostumbrando”, me aclaró una señora, mientras se dirigía velozmente a las otras boleterías. Ahí me di cuenta que lo que nos gusta, lo aprendemos desde chiquito, y esa es la edad para amar algo o seguirlo para toda la vida.

Entonces comprobé que el ballet se relacionará por siempre con la gente adinerada. Y que puede sumar adeptos con el paso de los años, pero ellos serán siempre refinados.

La gente quiere reírse

Al caminar por las calles de Villa Crespo, se puede deducir algo: las personas buscan divertirse. Es que cuando consulté “¿Qué género de película prefiere?”, la gran mayoría me respondió: “Comedia”. Los números no me dejan mentir: de un total de 18 personas encuestadas, 9 contestaron que la comedia es la predilecta a la hora de ir al cine o mirar una película a través de internet. Valeria, una de las consultadas, aclara: “La comedia te ayuda en un momento de tristeza o cuando estás aburrido. Los demás géneros no siempre logran eso”.

Luego de este género, aparecen las películas de acción. De todos los encuestados, 5 respondieron que los golpes, armas y balas son lo que prefieren para pasar el tiempo. Recordemos clásicos del cine como Rocky, Rambo y Terminator, grandes films de Hollywood, y al instante nos daremos cuenta porqué este género continúa teniendo tantos seguidores.

De los demás encuestados, dos personas se inclinaron por la ciencia ficción y las otras dos por el terror. Las razones por las que estos géneros no son tan elegidos, son que en los últimos años no hubo grandes producciones referentes a estos temas. Muchos piensan que el riesgo de ir al cine y que la película sea mala es alto. “Después de Star Wars no hubo otra película buena de ciencia ficción”, opina Marcos, un estudiante consultado.   

El cine es, muchas veces, un fiel reflejo de la sociedad. En épocas en dónde la violencia nos gobierna, y nuestros problemas cotidianos nos asfixian, es bueno tomarse un descanso y disfrutar. Y el cine, en ese caso, ayuda. Y si viene con carcajadas, mejor.