La magia del cine nos transporta a la década del ’40. Más precisamente a 1941, año bisagra en la historia cinematográfica. Una película maravillosa se estrenaba. Un film único, que quedaría grabado en la memoria de muchos. Que lanzaría al estrellato a su director y que innovaría en la música, la fotografía y la estructura narrativa. La prensa la elogió y los críticos especializados en conceder los premios Óscar le brindaron nueve nominaciones, una cantidad muy bien merecida. Pero El ciudadano Kane sólo se llevó a casa una estatuilla: mejor guión original, y debió resignarse a perder en sus restantes ocho nominaciones.
Orson Welles fue el encargado de escribirla, dirigirla, producirla y protagonizarla. Esta película fue el punto de partida para él. El inicio de una carrera que incluiría films como Macbeth, Otello o El proceso. Pero iba a ser El ciudadano Kane su película fetiche. La trama consistía en examinar la vida de Charles Foster Kane (interpretado por Welles),
basado en la vida del magnate de la prensa William Randolph Hearst. El protagonista, durante sus últimos años de vida, residió solo en una finca en Florida. En el momento de su muerte pronunció una misteriosa palabra: “Rosebud”. Allí comienza el nudo de la película. El periodista Jerry Thompson investigará la vida de Kane con el objetivo de descubrir qué era Rosebud.
La película técnicamente no inventó nada, pero se le reconoce la innovación en iluminación y movimientos de cámara. A esto se le agrega el hecho de que el director se transforma en un narrador que no aparece, y que va contando la película mientras ésta transcurre. Por lo tanto, no sólo la trama era interesante, sino que se le sumaban factores extras que la posicionaba entre las candidatas a triunfar en los Óscar. Algunos críticos de cine, incluso la catalogan como la mejor película de la historia. Roger Ebert, crítico estadounidense, comentó: “Está decidido: Citizen Kane es, oficialmente, la mejor película de la historia.”
Con todos estos condimentos en su haber, la película logró nueve nominaciones a los Óscar, que sorprenderían al mundo. ¡Qué verde era mi valle! fue la gran ganadora de la noche. No sólo se llevó el premio a mejor película, además logró cinco de las nueve nominaciones con las que contaba. Orson Welles debió agachar la cabeza y sentir la amarga sensación de la derrota. Se le esfumaba de las manos no sólo el Óscar más importante, sino también el de director, actor principal, dirección artística, fotografía, banda sonora, sonido y montaje.
La última escena de la película devela el misterio. Rosebud era un trineo que Kane había poseído cuando era niño, época en dónde había sido feliz. Durante su vida, el dinero lo había acompañado, pero la felicidad le era esquiva. Había perdido todo (amigos, esposas), y por eso murió en soledad. El 26 de febrero de 1942, Orson Welles sintió, más que nunca, qué sensaciones tenía Kane. El perder todo aparecía nuevamente en escena, pero esta vez en forma de estatuilla.