miércoles, 21 de septiembre de 2011

Película cebollita II: Mucha plata, pocos premios

En la entrega de los premio Óscar del 2009, se produjo una de las mayores sorpresas en esta longeva ceremonia. La candidata a arrasar en la noche del 7 de marzo del 2010 era Avatar. Y tenía argumentos de sobra como para hacerlo. Un director de primer nivel (James Cameron), un guión emotivo y comprador (similar a Danza con lobos, película que ya había obtenido el Óscar en 1990), efectos especiales innovadores en las pantallas de cine de todo el mundo (se proyectó en 3671 salas en 3D, de un total de 14604) y críticas positivas de muchísimos periodistas de espectáculos.
                               
A todos estos datos, se le suma algo más: el factor dinero. Avatar rompió todos los moldes que se tenía pensado para una película. Su presupuesto oficial fue de 237 millones de dólares. A eso se le suman otros 150 millones dedicados al marketing. Pero este dinero invertido, rindió sus frutos. En su primer fin de semana de estreno, alcanzó los 241 millones de dólares. En sólo 17 días, se convirtió en la película que más rápido había superado la barrera de los 1000 millones. Con el correr de los días, logró lo impensado: se transformó en la película más taquillera de la historia del cine al ser la única en superar los 2000 millones de dólares.

Eran argumentos importantísimos que le valieron nueve nominaciones. Pero sólo pudo alzarse con tres estatuillas (mejor fotografía, mejor dirección de arte y mejores efectos visuales). La pregunta es: ¿Por qué no ganó el Óscar a la mejor película? La respuesta es sencilla: porque enfrente estaba Kathryn Bigelow ¿Quién es esa mujer? Es una directora de cine, ex esposa justamente de James Cameron, quien dirigió el film Vivir al límite, una película bélica que transcurre en Irak. Esta fue la elegida por el jurado para llevarse el premio a la mejor película.

En definitiva, Cameron se quedó con las manos vacías. Debió ver subir a su ex esposa dos veces al escenario para recibir los premios más importantes (mejor director y mejor película). Esa noche, los responsables de elegir a los ganadores dejaron algo en claro: no importa la fama, ni el dinero, ni la reputación que un candidato tenga, ellos no sentirán presión a la hora de elegir a un ganador.

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