El caso de La vida es bella es bastante extraño. No llega a ser del todo una película cebollita como las anteriores por un motivo más que grande: se adjudicó el Óscar a mejor película extranjera, un logro y reconocimiento para aplaudir. Pero su performance a la hora de la nominación en Mejor película no fue buena. El Óscar en ese rubro se lo llevó Shakespeare enamorado. Por lo tanto, en la entrega de premios de 1998, se produjo un caso especial: La vida es bella se proclamaba como una película cebollita, pero a medias.
Su trama transcurre en 1939, y es emotiva y muy entretenida. Su protagonista es Guido Orefice (interpretado por Roberto Benigni), un italiano judío que se casa y tiene un hijo. Ambos son llevados a un campo de concentración. A partir de ahí, su objetivo será sólo uno: desviar la atención de su hijo para que éste no observe lo que realmente estaba ocurriendo. Y lo hace de una manera muy especial: inventa un juego que consiste en ocultarse de los guardias alemanes. Todos los días creará un nivel de juego nuevo para entretener a su pequeño hijo y a la vez no ser descubierto por los guardias.
La película fue muy aclamada por el público y la crítica. Recibió 50 premios internacionales entre los que se destacan el premio César a mejor película extranjera, el premio especial del jurado en el Festival de Cannes y los premios Óscar a mejor actor (Benigni) y mejor banda sonora.
La noche de la entrega de los premio Óscar, Benigni festejó como nunca los premios. La fiesta hubiera sido completa si enfrente no estaba Shakespeare enamorado, film que esa noche arrasó y se llevó 7 estatuillas de un total de 13 nominaciones. Eso incluye el Óscar a mejor película, rubro en dónde Benigni comprobó que la vida no siempre es bella.
La película Gigantes de acero se estrenó el 6 de septiembre en Argentina. Este mes es considerado como “temporada baja” dentro del mundo cinematográfico. Los buenos y nuevos estrenos no abundan, por lo que el espectador se tiene que conformar con películas no del todo exitosas hasta el verano, época en dónde los títulos fuertes aparecen en escena. Con todos estos condimentos sobre la mesa, Gigantes de acero es considerada uno de los mejores estrenos, a pesar de que no contagió en grandes cantidades al público.
Con un elenco comandado por Hugh Jackman y Evangeline Lilly, la película se centra en el 2020, año en dónde Charlie (Jackman) será un boxeador olvidado, que junto a su pequeño hijo construirá un robot boxeador. Con el paso de las peleas, Charlie conocerá a fondo a su hijo, y a la vez tendrá la oportunidad de coronarse campeón, algo que como deportista no logró. Una típica película de redención
El film no tiene un argumento novedoso, pero engancha. Su duración es de 2 horas dónde se combina acción, humor y emoción. En el sitio Filmaffinity, dónde los usuarios tienen la posibilidad de puntuar las películas, este film posee un 6.7, un puntaje muy aceptable. Los críticos argentinos también la valoran. Pablo Scholz, de Clarín, la considera más entretenida que Transformers. También opina que deja una enseñanza sobre la perseverancia, y nos permite observar el lazo entre padre e hijo, algo olvidado en estos tiempos.
Diego Batlle, de La Nación, cree que las escenas de acción son llamativas y contundentes. Que la química entre padre e hijo es el argumento más sólido de la película. También opina que Shawn Levy, su director, lleva por muy buenas riendas el film. En definitiva la considera una muy buena película que entretiene a toda la familia.
Por último, Martina Hirsch considera que es una película sorpresiva, que no aburre, y que su sentimentalismo no abruma, es decir que está muy bien tratado. En definitiva, cree que es un digno entretenimiento con toques hollywoodenses. Por lo tanto, Gigantes de acero es una buena película. No quedará en el recuerdo de todos, pero divierte. Y dentro de la mediocridad de buenos estrenos, es más que recomendable ver este film.
Luego del éxito por el reestreno del Rey León en formato 3D, Disney tiene planeado relanzar otros viejos títulos cinematográficos. En esa lista aparecen: Buscando a Nemo (que se reestrenará en septiembre de 2012), Monsters Inc. (enero de 2013) y La sirenita (septiembre de 2013). Pero esto deja algunas cosas para pensar: ¿Por qué se lanzan al mercado nuevamente estos títulos? ¿Hay escases de ideas por parte de los productores?
Creo que el objetivo de la industria cinematográfica estadounidense es sólo recaudar. En realidad, esa siempre fue su búsqueda. Pero en estos años se potenció, y sin ideas. En la década del ’90, y a principios de este milenio, las ideas fluían y los niños éramos los que más disfrutábamos. Lo importante de todos estos films eran sus historias, lo que contaban. Eso las hicieron grandes películas por sobre otras. Por año se estrenaban, como mínimo, dos grandes películas infantiles. La variedad era muy grande. En los últimos años esto cambió. Recuerdo sólo Toy Story 3 (en el 2010) como una buena película animada. Los últimos títulos me darán la razón: Marte necesita mamás, Cars 2, Bee movie, Alvin y las ardillas, Horton y el mundo de los quién. Películas que pasaron sin pena ni gloria. Es una lástima que grandes títulos como por ejemplo Shrek (que en 2001 causó sensación) también haya caído en decadencia, a pesar del apoyo del público. Shrek 3, en 2007, y Shrek 4, en 2010, demostraron que la franquicia ya estaba en declive. Sus gags no eran muy graciosos, sus personajes no eran tan entretenidos como al principio y la película, de a ratos, aburría.
Las ideas de parte de los productores ya no son como antes. No hay buenos títulos, ni tampoco hay grandes ofertas. Entonces lo mejor para ellos es agarrarse de lo conocido. De esas películas que sabrán que llevarán gente a las salas. Utilizan el formato 3D y con eso ya ganan público. Una película en este formato tiene que estar preparada para esto, debe filmarse de esa manera. Se debe llevar a cabo un mecanismo especial para que se puedan apreciar los efectos tridimensionales. Lo que ellos hacen es diferente. Digitalizan las películas y las promocionan como 3D. Nada más. Sus efectos no son realmente en 3D. Pero en muchos casos la gente no lo nota.
El cine es un mercado que necesita renovarse constantemente. Que requiere de nuevos estrenos todas las semanas, para atraer a la mayor cantidad de público. El relanzamiento de viejos títulos no concuerda con lo que requiere el cine. Pero a los productores no les importa. La plata está siempre por delante. Y más si se cuenta de a millones.
El cine le abrió las puertas en el 2001, la época más negra del país. Arrancó en Showcase Belgrano y desde ahí no paró. Luego de 3 ascensos, Alejandro Pena se desempeña como gerente del cine Imax, el único con pantalla gigante en la Argentina. Sus tareas no son sencillas: no sólo administra al personal, sino que se encarga de satisfacer a todo el público. Considera que los sueños hay que cumplirlos, y siguiendo esa línea, en el 2012 cumplirá el suyo: se irá a Japón de vacaciones. -¿Cómo comienza tu acercamiento con el cine?
-Comienza en una etapa muy mala del país, en el 2001, cuando me quedé sin trabajo. Mi cuñado había tirado un currículum en Showcase Belgrano. Él no entró porque ya había conseguido empleo, y me tiré un lance. Me llamaron muy pronto. No tenía experiencia en cine, de hecho fue mi primer trabajo en blanco.
-¿En qué puesto te desempeñabas allí?
-Arranqué en el stand de comidas. No me gustaba el trabajo porque era todo muy rápido. Sacaba nachos, pochoclos, armaba bebidas. Al segundo día ya me quería ir. Pero la necesidad no me dejó irme, y con el tiempo le fui agarrando la mano, conocí a mis compañeros y me empezó a gustar.
-¿Cómo te llegó la oportunidad de trabajar en Imax?
-No había cumplido ni dos años de trabajo en Belgrano, y me llamaron porque se abría un Imax. Me ascendieron a supervisor y ahí arranqué una etapa distinta. Era un cine nuevo, fue conocer la tecnología más grande del mundo. Muchas veces me enorgullezco cuando hablo del cine en el que trabajo, separando la empresa y la gente con la que estoy. Después de tres ascensos, me desempeño como gerente, que es la segunda cabeza de esta sucursal
-¿Qué tareas desempeña un gerente?
-Son variadas. El gerente tiene mucha más responsabilidad comparándolo con un supervisor. Me encargo de administrar el cine, a la noche cuadro libro mayor, dónde se cargan los datos de las ganancias del día, manejo los empleados y reporto todo lo que se hace acá y eso se manda a Boston, que es la casa matriz del cine.
-Al ser un trabajo en el que ofreces un servicio a la gente, ¿Se te torna complicado?
-Sí, es complicado. Nunca la gente va a estar del todo conforme, es algo que tenés que aprender y acostumbrarte con el tiempo, aunque al principio cuesta.
-¿Te resulta cansador trabajar los fines de semana?
-Es una de las tantas cosas por las que hay recambio de personal aquí. Es complicado trabajar los fines de semana, tener horarios variados. Yo ya me acostumbré y le saco un beneficio: cuando tengo que hacer un trámite un día en la semana, sé que tengo un franco y eso me viene bárbaro.
-¿Siempre te gustó el mundo del cine?
-Sí, siempre me gustó mucho. Tengo una hermana que trabajó 10 años en un videoclub y siempre veíamos películas gratis. Crecí mirando cine, me encanta.
-¿Qué géneros son los que más te gustan?
-Me gusta de todo un poco, en especial el cine arte y el género dramático.
-¿Tenés alguna película favorita?
-Tengo varias, para citar alguna película dramática recuerdo una japonesa que era una obra teatral que se llama Yukinojo henge. Lo que me gustó de esa película fue el dramatismo y cómo está filmada, porque pudieron hacer de una obra teatral un gran film.
-Si pudieras traer una película al Imax, ¿Cuál sería?
-Se me viene a la cabeza El gran pez, de Tim Burton, que es un drama con toques de comedia, fantasía. Visualmente era impresionante, para poder ver en una pantalla gigante como la del Imax hubiera estado muy bueno.
-Alejándote un poco del cine, ¿Qué otros pasatiempos tenés?
-Me gusta crear historias. Estudié guión de historietas y eso sumado a que me encanta leer, me llevó a animarme a escribir algunas cosas. Pero es más que nada un gusto de escribir algo. Una vez que lo termino estoy desesperado que alguien lo lea y que me dé su opinión de cómo lo interpretó.
-¿Qué sueño te gustaría cumplir?
-Voy a cumplir uno que arrastré toda mi vida. El año que viene me voy a Japón, algo que pensé que no iba a poder hacer, más que nada por una cuestión económica. Desde hace ya 4 años me di cuenta que podía, que esforzándome lo iba a poder lograr y que hay que vivir por las cosas que uno sueña. Esos son los logros que se pueden conseguir en esta vida que es tan pasajera. Me voy a ir con amigos, más de un mes de vacaciones. Y estoy completamente satisfecho.
-En tantos años de trabajo, ¿Qué anécdotas tenés que te hayan ocurrido?
-Hay muchísimas. Me acuerdo de una que me pasó en Imax, cuando recién había empezado. Se estaba dando Spiderman, que vendía mucho. Las entradas no eran numeradas y la gente formaba largas colas. El primero de la fila era un señor muy robusto, que estaba impaciente. Como hago siempre, yo dejé pasar primero a una señora que estaba embarazada. Cuando el hombre vio esto, se puso muy nervioso. Me empezó a gritar y le expliqué que dejé pasar primero a la señora porque estaba embarazada. Entonces se agarró su panza y me dijo: “Acá también tengo un bebé”. Por el tono y le aliento me di cuenta que estaba borracho. Llamé a seguridad y pedí que se llevaran al hombre, pero no me hicieron caso. La película empezó muy tarde. Pero esta es sólo una anécdota, la gente es muy especial.
A la película Mejor… imposible, de 1997, le tocó bailar con la más fea en la entrega de los premios Óscar de ese año. Si bien la comedia de James L. Brooks tenía condiciones como para levantar la estatuilla más importante, compartió terna con Titanic, la superproducción de James Cameron. Esta película se alzó con 11 de las 14 nominaciones que tenía. Un verdadero éxito, ya que sólo 3 películas lograron esa cantidad de premios en la historia del cine (Ben Hur y El señor de los anillo: el retorno del Rey, también)
La pareja protagónica de esta comedia son Jack Nicholson y Helen Hunt. Sus actuaciones rozan la perfección y fueron muy valoradas por la crítica. La Academia notó sus grandes trabajos y decidió premiarlos con los Óscar a mejor actor y mejor actriz por esta película. Pero estos son los únicos premios que el film logró. Las estatuillas a mejor película, actor de reparto, guión original, banda sonora y montaje debió verlas pasar.
No siempre una comedia es bien recibida por el público y es valorada. No siempre una película de este estilo tiene la posibilidad de ser nominada al Óscar. Su guión tiene que ser inteligente, sus gags tienen que ser entendibles, pero a la vez bien pensados. Eso pasó con Mejor… imposible, película que logró algo increíble. Su guión es sencillo, pero ahí es donde saca una ventaja sobre otras comedias. En esta película, Nicholson interpreta a Melvin, un escritor romántico que sufre de trastorno obsesivo compulsivo (TOC), que lo obliga a vivir de una manera diferente que el resto de la sociedad. Melvin tiene algunos rituales muy sorprendentes: cuando llega a su casa prende las luces cinco veces, tira los guantes que usa, siempre se lava las manos con un jabón nuevo, no toca las rayas del piso y camina saltándolas. Obviamente cuando está en la calle no soporta tener contacto físico con las demás personas.
Pero durante la película, la forma de ser de Melvin irá cambiando. En eso influirá su vecino gay (Greg Kinnear), que ante un ataque y posterior hospitalización, le ofrece el cuidado de su perro. El animal cambiará ciertas actitudes pasadas del escritor, e intervendrá en su estado de ánimo. La mesera Carol (Hunt), es la única que atiende a Melvin en el restaurant al que él asiste. No se llevan del todo mal, y ella es la única al que él acepta dentro del lugar. Mientras pasan los días, él se sentirá atraído por ella e intentará enamorarla. Ella lo rechaza, pero al final de la película se observa que son novios.
Un guión efectivo, buenas actuaciones, escenas de comedia muy interesantes, esos eran los atributos con los que contaba Mejor… imposible. Pero para James L. Brooks lo que le resultó imposible fue ganar, en especial si enfrente estaba el tanque de Titanic.
El director Steven Spielberg tiene grandes obras maestras de cine: La lista de Schindler, E.T, Indiana Jones, Tiburón... La Terminal es también una gran película que dirigió en 2004 y que contó con las actuaciones de Tom Hanks y Catherine Zeta-Jones. En ella, Viktor Navorski (Hanks) es un ciudadano de Krakoshia (país ficticio) que arriba a Estados Unidos con el objetivo de conseguir el autógrafo de Benny Golson, un saxofonista. Cuando llega al aeropuerto, un golpe de estado instaura un nuevo régimen en su país, y la nación americana no reconoce al nuevo gobierno, por lo que ni su visa ni su pasaporte son válidos para poder estar por Estados Unidos ni para regresar a Krakoshia.
Por lo tanto, Navorski deberá vivir en el aeropuerto hasta que se solucione su problema. Tendrá que sobrevivir, alimentarse, dormir, y vivir debajo del techo del aeropuerto de Nueva York. La trama es realmente interesante. Pero, ¿Todo esto fue idea de Spielberg? ¿O fue algo que tomó de la realidad?
La película está basada en la vida de Mehran Karimi Nasseri, un refugiado iraní. Vivió en el Aeropuerto de París-Charles de Gaulle desde 1988 hasta 2006, cuando fue internado por causas que aún hoy se desconocen. Su historia con el aeropuerto comienza cuando, siendo un refugiado en Bélgica, decide vivir en el Reino Unido. Pero Nasseri afirmó que fue asaltado mientras esperaba en el andén para arribar a París, y desde ahí tomar el vuelo que lo depositara en Londres. El iraní logró llegar a destino, pero arribó sin la documentación necesaria. Fue enviado al aeropuerto francés, y ahí nunca más pudo salir.
Nasseri fue declarado en estado irregular y comenzó a vivir dentro del edificio. El gobierno francés le reclamaba al belga los papeles de refugiado del iraní, pero el gobierno de Bélgica aducía que Nasseri se debía presentar en persona para que lo pudieran identificar correctamente. Los días, semanas, meses y años pasaron, y la vida en el aeropuerto comenzó a ser común para él.
Se levantaba todos los días a las 5 de la mañana para poder ducharse. Escuchaba la radio y leía libros. Esos eran sus pasatiempos. El personal del aeropuerto llegó a encariñarse con él, y le regaló un sofá para que pudiera descansar mejor. Se comenta que Steven Spierlberg, ni bien conoció su historia, se interesó en desarrollarla. Y que le pagó 250 mil dólares para tener los derechos. Esto deja algo en claro: con una simple historia desconocida por muchos, se puede hacer una gran película aclamada mundialmente.
Corría el año 2001, y un sábado a la tarde, con algunos de mis amigos, decidimos ir al cine. Teníamos diez años, eran nuestas vacaciones de invierno, y lo que queríamos ver era una película infantil que nos divirtiera un rato. La elegida había sido Shrek, gran película de Dreamworks, que cuando se estrenó fue alabada por la crítica y rompió varios récords de taquilla. Pero no me quiero detener en esta película, lo que quiero contar es otra cosa.
Cuando terminó la película, todavía no era de noche. Teniamos tiempo libre. Recuerdo que en los pasillos de acceso a las salas de Hoyts, en unicenter, había mucha gente. Claro, era sábado a la tarde. Entonces, un amigo tiró un comentario al pasar, algo arriesgado, pero muy interesante: "Miren la gente que hay, si nos colamos en una sala, pasamos de una", fueron sus palabras.
Enseguida a todos les entusiasmó la idea. Hacer esa travesura, típica de niños, era algo divertido. De paso aprovechábamos y veíamos otra película gratis. El único temeroso era yo. No se porqué, pero la idea de que nos descubrieran me daba miedo. Hacer algo que no estaba permitido no me gustaba. Pero ante la insistencia de mis amigos, accedí a su pedido.
Miramos hacia los costados y no había nada ni nadie sospechoso. Entonces nos metimos en la sala en la cual se exhibía Monsters Inc, otra película infantil acorde a nuestra edad. Buscamos seis lugares libres y nos sentamos. Nos empezamos a reir: ya lo habíamos hecho, habíamos entrado sin pagar y lo único que teníamos que hacer era disfrutar de la película. Pero al minuto, un acomodador de las salas se nos acercó. Y de muy mala manera nos dijo: "¿Chicos, tienen sus entradas?". Nos quedamos petrificados, no sabíamos que hacer. Fueron 5 segundos en dónde nos quedamos en silencio, pero para mí fueron una eternidad...
El muchacho nos volvió a reiterar la pregunta. Pero nadie respondía. El sabía que nos habíamos colado, que no habíamos pagado. Nos había visto. Entonces nos dijo: "¿Se pueden retirar de la sala por favor?". La gente alrededor nuestro nos miraba. Éramos el show previo al inicio de la película. Enseguida nos paramos, y sin mediar palabras, nos fuimos con la mirada en el piso, sin levantar la frente. El acomodador no nos siguió. Nos dejó ir. Nunca más intenté colarme a una sala. Lo que había padecido esa tarde me había dado una gran lección. Había pasado un momento de calor, a pesar de que estábamos en invierno.
Jake LaMotta fue un boxeador grosero, maleducado, machista, insoportable… y los adjetivos pueden seguir. Pero no es en eso en lo que me voy a centrar. Lo que quiero recalcar es cómo, gracias al cine, un personaje nefasto puede ser querido por muchos. Si bien LaMotta tenía un extenso currículum (106 peleas y 83 victorias) y muchísimos seguidores amantes del boxeo, gracias al cine su carrera se hizo mundialmente conocida. Y en eso mucho tienen que ver Martin Scorsese Y Robert De Niro.
La película Toro Salvaje fue estrenada en 1980, y es considerada como una película de culto. Su trama es alabada por los críticos. Está basada en el libro homónimo escrito por el propio boxeador. El film es una biografía que repasa la rica historia de LaMotta, desde sus comienzos, hasta su retiro, época en dónde tenía un bar bautizado con su nombre. Martin Scorsese fue el encargado de dirigirla, y De Niro, el responsable de interpretar magistralmente al púgil.
La historia se desarrolla entre la década del ’40 y mediados del ’50, época en la que LaMotta se desenvolvió como luchador. El objetivo del film es mostrar la vida de alguien que lo tuvo todo, pero que su forma de ser lo llevó a perderlo. El mayor enemigo de LaMotta es él mismo. Sufre una seria de complejos y sentimientos de inferioridad brutales, que lo llevan lentamente a la autodestrucción. Esto ocasionará peleas con su hermano Joey (interpretado brillantemente por Joe Pesci) y con su joven esposa Vickie (Cathy Moriarty).
Scorsese no quería dejar ningún detalle librado al azar, es por eso que dirigió el film en blanco y negro. Y fue un acierto. De Niro sabía que este papel podía llevarlo a la gloria, y ni bien leyó el guión se preparo física y mentalmente para ejecutarlo. Su compromiso fue tal, que engordó 30 kilos para meterse de lleno en el personaje. La película tenía todos los condimentos para arrasar en los premios Óscar, los más deseados por actores y directores.
Pero sólo Robert De Niro pudo festejar esa noche. Él se llevó el premio a mejor actor, mientras que la película logró la estatuilla al mejor montaje. De 8 nominaciones, Toro Salvaje salió victorioso en esas 2, y perdió las de mejor director, película, fotografía, actor de reparto, actriz de reparto y sonido. La película Gente como uno fue la gran ganadora, porque se llevó 4 premios de un total de 6 nominaciones, incluyendo el de mejor película. Jake LaMotta estaba acostumbrado a recibir golpes. Su carrera como boxeador lo demandaba. Pero Martin Scorsese debió soportar una dura cachetada, porque su película era una gran candidata, pero prácticamente, se fue a casa sin nada.
Deletrear su apellido no es tarea sencilla. Y eso chocaba con su deseo de ser actor. Cuando comenzó su carrera, los productores le pidieron que cambiara su nombre, y argumentaban que era muy largo. Pero él siguió para adelante. Y aprovechando su cuerpo, su buen humor, y porqué no su apellido, formó una carrera sólida delante de las cámaras.
Arnold Schwarzenegger nació en Austria, el 30 de julio de 1947. Sus padres (Aurelia y Gustav) no fueron lo que él hubiera deseado. Ellos eran muy estrictos y el deseo de ser rebelde no podía sobrevolar por su casa. Su infancia no fue fácil. Ante la desobediencia, llegaba el castigo. Y cuando sus padres lo golpeaban, él insistía más con la idea de “voy a hacerme rico, voy a ser alguien en la vida”. Su madre tenía un hijo de un matrimonio anterior. Él era Meinhard, el favorito de sus progenitores. Pero Schwarzenegger no tenía un buena relación con su hermano. Tampoco con su padre. Esto era tan evidente que no presenció sus funerales: Meinherd falleció en 1971 en un accidente de tránsito. Su padre, al año siguiente de un íctus cerebral. Cuando Schwarzenegger hacía mención a sus muertes, lo hacía sin emoción ni importancia.
El deporte lo relajaba. El atletismo, boxeo y fútbol era lo que él practicaba. Hasta que a los 15 años dejó todo por el culturismo. El advertía a sus conocidos: “Quiero ser el más fuerte del mundo”. Y empezó a frecuentar los gimnasios. Fue así como su cuerpo comenzó a ser el que todos conocimos. El de los bíceps marcados y los músculos formados. Y el culturismo le dio la posibilidad de viajar por primera vez a en avión. En 1966 se trasladó a Londres para participar en su primera competición: acabó segundo. Es por eso que el culturismo no fue algo más en su vida. Fue allí dónde logró un antes y un después. Esto también se veía en los premios que conseguía: Campeonato Europa Junior y Absoluto, cuatro veces NABBA Mr. Universo, una vez IFBB Mr. Universo y siete veces Mr. Olympia.
Su procedencia, su tamaño, sus músculos, podrían generar el prejuicio de alguien frío, malhumorado. Pero Arnie es muy diferente a esto. Es alguien con un gran sentido del humor, amable, colaborador. Pero él sentía que en su vida faltaba algo. Buscaba lograr el deseo máximo: ser actor. Y sus músculos lo iban a ayudar. En 1970 logró el papel de Hércules. Luego de algunos papeles menores, llegó el momento del estrellato máximo. En 1982 protagonizó Conan el bárbaro, y ahí no paró. Usando sus dotes físicos, era elegido para papeles que sólo él podía hacer. Los productores lo elegían siempre. Y las décadas del ’80 y ’90 fueron las mejores de su vida. Los éxitos se sucedían: Commando, Terminator, Depredador, El vengador del futuro..
Antes de los 30 años ya era millonario. El cine había colaborado en ese sentido. En 2004 y 2007 la revista Time lo nombró como una de las 100 personas que ayudan al mundo. El dinero mucho no le importa a Schwarzenegger: “El dinero no da la felicidad. Ahora tengo cincuenta millones pero ya era feliz cuando tenía cuarenta y ocho”, recalcaba con su habitual sentido del humor.
En 2003 fue elegido como gobernador de California. Era la primera vez que un extranjero llegaba tan lejos en la política de Estados Unidos desde 1862. En 2007 fue reelegido en el poder. Luego de dos mandatos, la legislatura no le permitía un tercero, por lo que debió abandonar su despacho a principos de 2011. Demostraba que no sólo en las pesas y el cine era un distinto. A la hora de tomar decisiones para el pueblo, él tambien sabía que hacer. En realidad siempre supo que hacer, desde chiquito tenía en la mente ser alguien en esta vida.
Si pensamos en alguien a quien los Óscar le fueron esquivos, ese es Martin Scorsese. El experimentado director ha hecho obras maestras de cine. Algunas de ellas son: Taxi driver, Toro salvaje, Cabo de miedo, Casino, La última tentación de Cristo y Pandillas de Nueva York. Esta última película sigue la línea de su director. Scorsese no tuvo mucho éxito a la hora de ser premiado. Sólo obtuvo un óscar como director (por Infiltrados, en 2006) de las seis veces que fue nominado. Con Pandillas de Nueva York pasó algo similar. En el 2002 obtuvo 10 nominaciones, pero se fue a casa con las manos vacías. Es por eso que se convierte en una película cebollita
El porqué de otorgar tantas nominaciones pero ninguna estatuilla sólo lo saben los encargados de votar a los ganadores. Pero Pandillas de Nueva York merecía algo más. Fue candidata a mejor película, director, actor, guión original, canción, fotografía, diseño de vestuario, dirección artística, montaje y sonido. Y tenía argumentos de sobra como para subir al escenario y levantar un premio.
Sus actores eran todos de primer nivel: Daniel Day- Lewis, Leonardo Dicaprio y Cameron Díaz saben cómo llevar un protagónico. Dicaprio interpretó a un joven irlandés que llega a Nueva York con el objetivo de vengar la muerte de su padre, a manos del carnicero Bill (Day-Lewis). Por lo tanto, junto con Jenny Everdeane (Díaz) irán ganándose la confianza de Bill, hasta que llegue el momento oportuno para atacar y ejecutar la venganza.
Este proyecto Scorsese lo tuvo en su mente durante 25 años. Es por eso que cuando le llegó el momento de realizarlo, no falló. La dirección fue impecable, y los más mínimos detalle fueron cuidados. La reconstrucción de Nueva York de mediados de siglo XIX fue exacta. El vestuario, la música y el sonido fueron otros ítems que colaboraron a producir esta gran película. En definitiva, las nominaciones estaban muy bien otorgadas. Y Pandillas de Nueva York era una gran candidata para la noche del 23 de marzo del 2003.Pero en esa fecha, Chicago sorprendió al mundo cinéfilo. Y obtuvo el premio mayor: el Óscar a la mejor película.
Scorsese sentía una vez más lo que era perder. Pero en este caso, esa derrota tenía un sabor mucho más amargo, porque se multiplicaba por diez. Pandillas de Nueva York dejaba una marca muy profunda en la historia de los Óscar. De 10 nominaciones, no logró ninguna. Este récord sólo es superado por El color púrpura (1985) y Momentos de decisión (1977), quienes recibieron 11 candidaturas y perdieron en todas. Es por eso que para Pandillas de Nueva York todas fueron derrotas, porque ni siquiera pudo salir victorioso en esa lista negra.