El director Steven Spielberg tiene grandes obras maestras de cine: La lista de Schindler, E.T, Indiana Jones, Tiburón... La Terminal es también una gran película que dirigió en 2004 y que contó con las actuaciones de Tom Hanks y Catherine Zeta-Jones. En ella, Viktor Navorski (Hanks) es un ciudadano de Krakoshia (país ficticio) que arriba a Estados Unidos con el objetivo de conseguir el autógrafo de Benny Golson, un saxofonista. Cuando llega al aeropuerto, un golpe de estado instaura un nuevo régimen en su país, y la nación americana no reconoce al nuevo gobierno, por lo que ni su visa ni su pasaporte son válidos para poder estar por Estados Unidos ni para regresar a Krakoshia.
Por lo tanto, Navorski deberá vivir en el aeropuerto hasta que se solucione su problema. Tendrá que sobrevivir, alimentarse, dormir, y vivir debajo del techo del aeropuerto de Nueva York. La trama es realmente interesante. Pero, ¿Todo esto fue idea de Spielberg? ¿O fue algo que tomó de la realidad?
La película está basada en la vida de Mehran Karimi Nasseri, un refugiado iraní. Vivió en el Aeropuerto de París-Charles de Gaulle desde 1988 hasta 2006, cuando fue internado por causas que aún hoy se desconocen. Su historia con el aeropuerto comienza cuando, siendo un refugiado en Bélgica, decide vivir en el Reino Unido. Pero Nasseri afirmó que fue asaltado mientras esperaba en el andén para arribar a París, y desde ahí tomar el vuelo que lo depositara en Londres. El iraní logró llegar a destino, pero arribó sin la documentación necesaria. Fue enviado al aeropuerto francés, y ahí nunca más pudo salir.
Nasseri fue declarado en estado irregular y comenzó a vivir dentro del edificio. El gobierno francés le reclamaba al belga los papeles de refugiado del iraní, pero el gobierno de Bélgica aducía que Nasseri se debía presentar en persona para que lo pudieran identificar correctamente. Los días, semanas, meses y años pasaron, y la vida en el aeropuerto comenzó a ser común para él.
Se levantaba todos los días a las 5 de la mañana para poder ducharse. Escuchaba la radio y leía libros. Esos eran sus pasatiempos. El personal del aeropuerto llegó a encariñarse con él, y le regaló un sofá para que pudiera descansar mejor. Se comenta que Steven Spierlberg, ni bien conoció su historia, se interesó en desarrollarla. Y que le pagó 250 mil dólares para tener los derechos. Esto deja algo en claro: con una simple historia desconocida por muchos, se puede hacer una gran película aclamada mundialmente.
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