Corría el año 2001, y un sábado a la tarde, con algunos de mis amigos, decidimos ir al cine. Teníamos diez años, eran nuestas vacaciones de invierno, y lo que queríamos ver era una película infantil que nos divirtiera un rato. La elegida había sido Shrek, gran película de Dreamworks, que cuando se estrenó fue alabada por la crítica y rompió varios récords de taquilla. Pero no me quiero detener en esta película, lo que quiero contar es otra cosa.
Cuando terminó la película, todavía no era de noche. Teniamos tiempo libre. Recuerdo que en los pasillos de acceso a las salas de Hoyts, en unicenter, había mucha gente. Claro, era sábado a la tarde. Entonces, un amigo tiró un comentario al pasar, algo arriesgado, pero muy interesante: "Miren la gente que hay, si nos colamos en una sala, pasamos de una", fueron sus palabras.
Enseguida a todos les entusiasmó la idea. Hacer esa travesura, típica de niños, era algo divertido. De paso aprovechábamos y veíamos otra película gratis. El único temeroso era yo. No se porqué, pero la idea de que nos descubrieran me daba miedo. Hacer algo que no estaba permitido no me gustaba. Pero ante la insistencia de mis amigos, accedí a su pedido.
Miramos hacia los costados y no había nada ni nadie sospechoso. Entonces nos metimos en la sala en la cual se exhibía Monsters Inc, otra película infantil acorde a nuestra edad. Buscamos seis lugares libres y nos sentamos. Nos empezamos a reir: ya lo habíamos hecho, habíamos entrado sin pagar y lo único que teníamos que hacer era disfrutar de la película. Pero al minuto, un acomodador de las salas se nos acercó. Y de muy mala manera nos dijo: "¿Chicos, tienen sus entradas?". Nos quedamos petrificados, no sabíamos que hacer. Fueron 5 segundos en dónde nos quedamos en silencio, pero para mí fueron una eternidad...
El muchacho nos volvió a reiterar la pregunta. Pero nadie respondía. El sabía que nos habíamos colado, que no habíamos pagado. Nos había visto. Entonces nos dijo: "¿Se pueden retirar de la sala por favor?". La gente alrededor nuestro nos miraba. Éramos el show previo al inicio de la película. Enseguida nos paramos, y sin mediar palabras, nos fuimos con la mirada en el piso, sin levantar la frente. El acomodador no nos siguió. Nos dejó ir. Nunca más intenté colarme a una sala. Lo que había padecido esa tarde me había dado una gran lección. Había pasado un momento de calor, a pesar de que estábamos en invierno.
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